UN
TOBOGÁN CON BUFANDA
Cecilia
Glanzmann, poeta, ensayista, cuentista y profesora universitaria
argentina, nos obsequia un nuevo libro realzado por la belleza en las pequeñas
tramas de sus historietas tanto como por varias categorías complementarias de
la belleza, entre las que predominan la gracia y la finura. Es así en lo que se
refiere a la estética de este pequeño libro. En cuanto a la ética, la
autora desgrana su apego al bien, a la comunicación, a la fe en la vida, al
amor, a la compasión, a la generosidad. Así, es un acto de
generosidad que la bufanda roja se ofrezca para abrigar al tobogán que
debería dar calor a los niños pobres o ricos, estremecidos todos por el
invierno. Ética es también la armonía entre los seres humanos y de
ellos con la naturaleza. En esa armonía se incluyen el paisaje, los
animales, los seres vivos y las cosas, que hablan, discurren, contribuyen a dar
soluciones y se integran a un mundo que bordea el futuro. Y ese futuro ellos
van a ayudar a construirlo, para lo que deben resolver problemas incluso
relativos a la tecnología, fuente de preocupaciones, defraudaciones y copiosos
intentos de aprendizaje para muchos adultos de nuestro tiempo como problema
generacional.
Todo este conjunto está hilvanado por la fantasía de la autora, con la que
contagia a sus criaturas ficcionales, inundadas también por ella de ternura.
El alma de Cecilia Glanzmann se proyecta entera en este volumen que ideó para
los niños: un alma luminosa hasta el misticismo, investida por la pureza y
regida por el amor como elementos de su espiritualidad. Un mundo al que
la duda nunca ha separado de Dios y en el que tiene un lugar importante la
esperanza, aliada con el optimismo.
En el aspecto estilístico la afinidad de las pequeñas tramas y de los
adornos literarios se plasma en lo opuesto de la cosificación, es decir, en la
humanización de los objetos inanimados, llevados a personificaciones de alto
vuelo poético, como: “¿Te imaginás el cielo vestido de colores y formas de
barriletes…? (en el cuento llamado “Barrilete”); o “Les
prometo que entusiasmaré a quienes tengan ese relojito travieso en el corazón”
(“Barrilete” también); o en el cuento “Historia de la lluvia en una tarde
de primavera”, donde leemos estas dos personificaciones: “La señora lluvia
observa con su mejor sonrisa hacia donde sabe que está el sol”, y “Cuando el
tobogán siente el calorcito de la bufanda roja, le habla”. (“Un
tobogán con bufanda”).
El derroche de expresiones estilísticas abarca varias dimensiones, entre las
que hallamos la visual, donde aparecen comparaciones así: “Con los ojos
como tierra recién mojada por la lluvia y una sonrisa…”; y donde brotan
además imágenes visuales que pueden o no incluir comparaciones, como:“Las nubes
están bastante bajas y parecen un techo gris azulado”(“Historia de la lluvia en
una tarde de primavera”).
Las metáforas también pueden tener carácter visual, y de ese mismo cuento
que acabo de mencionar, tomo una: “Conozco a una abuela que teje historias…” y
esa metáfora continúa con otra comparación: “como bufadas de colores”. Los
colores, siempre alegres y vibrantes, parecen juguetes, y como parte del
dinamismo que bautiza estos cuentos, aparecen más de una vez. De “El
huevo azul” tomamos esta imagen poética: “Fernando se pasó por los párpados con
pestañas mojadas la manga de la camisa escocesa amarilla, verde y bordó que le
había hecho mamá el otro verano”.
En el libro de Glanzmann hay también presencia de elementos hápticos,
como en la plaza mencionada en “Barrilete”: “Ya estamos caminando por la
plaza. Está llena de flores y de árboles muy verdes, le tensaré el hilo de sus
tiros para que huela la primavera, que está ya cerca…”
El elemento auditivo no podía faltar, y aparece en el ejemplo que traemos
de “Historia de la Lluvia …”,
dentro de una enumeración de las varias que sorprenden en este libro: “Parecen
recién pintados los durazneros y los manzanos y las lechugas, los pimientos y
las calabazas…” De este conjunto tomamos un toque visual fundido a una
personificación y enlazado a otro auditivo: “La señora lluvia que vino de
visita sorpresa hoy, con su ting tang, toc, toc”.
En estos cuentos predomina el diálogo sobre la narración. La autora
también compuso monólogos, a veces expresados por cosas, a quienes fantasiosamente
atribuye la facultad de hablar. El tono es alegre y ligero y la trama,
dinámica.
La brevedad es otra característica de estas historietas, incluso en las
descripciones, a veces matizadas con toques que dirige a varios sentidos
entre los que predomina la vista. Así, de “El carro de bueyes de Cholila”
tomamos este párrafo: “A veces me parece que Cholila es un pedacito de cielo en
este valle que quiero tanto. No es un pueblo todo ordenado con calles y
construcciones juntas o cercanas. Como las estrellas, aquí y allá, en Cholila
uno ve las casas, el almacén, el correo, la escuela, la estación de servicio de
ACA, la intendencia, la
Policía. Y más escondidas, las otras casas en medio del campo
o de los cerros”. Aparecen las costumbres, especialmente en lo que se come y se
bebe, como las galletas y el mate.
Otro mérito de “Un tobogán con bufanda” es el logro de los dibujos, trazados y
coloreados con inmensa delicadeza. Los rostros, aunque caricaturizados, tienen
gran variedad de expresiones. Tal parece que las siluetas de los personajes se
mueven, hablan, cantan y expresan su alegría.
Las cincuenta y nueve páginas escritas por Cecilia Glanzmann, se
complementan con trece realzadas por dibujos, más la portada y la
contraportada, todas de María Valeria Glanzmann, una artista que expresó
con sus pinceles lo mismo que la autora en el texto: Unos y otros poseen el
mismo tono de suave belleza.
La edición fue realizada por Lidia Vinciguerra, una de las más brillantes
profesionales de la
Argentina en este sector. A Lidia la complementan su veta
poética, su capacidad ensayística y en suma, su creatividad y su
responsabilidad como artista.
Estas tres damas argentinas lograron cuanto se propusieron en Un
tobogán con bufanda. Y como un gran regalo nos dejaron en el mundo de estas
páginas que sus personajes han poblado con sus sueños, la gratísima impresión
de que la alegría, el amor y la felicidad son posibles, y esta
certidumbre la complementan con la lealtad al bien y a la
verdad, y con la esperanza de la libertad, supremo don en la vida del
hombre.
Josefina
Leyva.
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Cecilia