martes, 15 de septiembre de 2015

MIGUEL FERNANDO MARLAIRE


MIGUEL FERNANDO MARLAIRE 
SOBRE: APRENDIZ  DE  PÁJARO

Cecilia Glanzmann nos regala en este libro la visión poética de la realidad que no vemos, la que sin embargo nos contiene y define la meta de nuestro devenir.

El planteo de los conceptos reconoce cierta hermeticidad, un encriptamiento a descifrar.

Está volcando en vibrantes poemas su certeza sobre la maravilla de este Universo.

Es un escrito pleno de optimismo, basado en la percepción del doble origen del Hombre:[i] el Yo egoico que se vincula con el cuerpo y procura su subsistencia material, y el Ser esencial que reconoce una conexión insistencial.
Esto lo dice explícitamente en el epígrafe a su poema “Cincel”, con una cita bíblica de Corintios:

“El primer hombre hecho de la tierra era de la tierra, el segundo hombre es del cielo.”

También lo anuncia en “Planeta Tierra”:

                        Planeta entre dos reinos,
                        con fe en el amor es tu prometeico canto…

La conexión insistencial se perfila recién cuando se accede a un cierto grado de madurez espiritual, por lo que no resulta de fácil acceso. [ii]
Es que para percibirla es preciso reconocer el “Misterio”, tal como lo dice en el mismo poema:

                        Y te yergues cantándole al Misterio.

La autora nos da pistas sobre el camino que debemos tomar para encontrarnos con ese nuestro Ser esencial:

                        Esta libertad que nos fue dada
                        y que nos suelta el alma
                        dejando desnuda la densidad de humanos
                        esta libertad
                        es la alondra necesaria
                        para guiar cantando.

Y sigue más adelante:

            Del perdón cincelando el amor en desplegadas dimensiones
            de la sinfonía cósmica a la que nuestra libertad aporta
            de la esencia que espera
            nos está hablando el Divino Ser que nos habita.

Fijémonos en estas claves: libertad, amor, perdón, Divino Ser que nos habita.
El amor y la libertad constituyen dos entidades acopladas de primera especie que en su libre andar generan en nosotros la armonía del ser.
No existe posibilidad de encontrarla si no nos dejamos acompasar por esta dupla que se apoya y se conduce con la humildad.
Es necesario el despojo de los sentimientos de aprehensión. Así es que Cecilia nos encamina hacia esa maravillosa y balsámica solución que es el manejo del perdón.
La maravilla de esta comunidad humana es la posibilidad de la reconciliación, basada en el perdón.
No nos resulta simple controlar a nuestro ser egoico para evitar lastimar a nuestro prójimo.
No estamos siempre dispuestos a la renuncia de nuestras comodidades, a la modificación de nuestros proyectos, al cambio, a la adaptación al Otro, como para no generar roces y disgustos.
Estas actitudes son las que merecen el perdón del otro.
Para ello debemos ser humildes en el reconocimiento de nuestras falencias, nuestros yerros, nuestras mezquindades.
Allí es donde la reconciliación cobra necesidad y fuerza.
Esta es la herramienta para lograr la verdadera cohesión, es decir más precisamente: la cohesión posible, ya que la postura armónica resuelve desde ya la natural unión entre los humanos, pero ante la disfunción la reparación es lo conducente al éxito de la gestión unitiva.
El perdón, la reconciliación, es el mecanismo que posibilita la praxis del amor.

                        Hay una vibración luminosa
                        que suelta el amar y el perdonar.

Todo esto está diciéndonos Cecilia desde la síntesis poética que todo lo abarca y todo lo puede expresar con simpleza.
La verdad siempre está en lo simple.

En el poema que le da el nombre al libro, cifra el misterio sobre el estadio en que nos encontramos los Humanos.

                        Soy sueño en esta vigilia humana
                        sucio el pico de tierra
                        de alada tierra suelta
                        en mi soy,
                        picoteo ciego
                        dormido
                        desvelado
                        los akásicos códices
                        y en ellos
                        saboreo gozoso el rocío del alba
                        iluminada de símbolos.

                        En el Árbol, soy aprendiz de pájaro.

Estamos en esta tierra para aprender.
Para aprender a volar, es decir para establecernos alguna vez en esa segunda versión del humano, centrado en su espíritu divino.
El árbol en que nos ubicamos es el árbol de la vida, el axis mundi,[iii] la escala de Jacob, el vínculo entre lo terrenal y lo divino. Por eso lo pone en mayúscula en el texto. Tiene connotación de unión entre la tierra y el cielo.
Nosotros tenemos vocación de cielo, por eso somos aprendices de pájaro.
Dice ser sueño en la vigilia humana. Es el sueño de Maya,[iv] la ilusión que significa esta vida a los ojos del hinduismo, el velo que nos oculta el verdadero origen.
El sucio pico alude a la realidad del aprendizaje a partir de lo terrenal, lo denso, lo corruptible alcanzado por la muerte.
La alada tierra denota la posibilidad de rescate de los elementos densos a sutiles; la realidad escondida en la materia.
La ceguera alude al velo de Maya.
La historia y la enseñanza están en los códices que todo lo registran. Nada se pierde, y en fin último, todo se transforma.
Esa transformación la logra con el poema. Nos dice:

                        la poesía transforma la caída
                        en vuelo.

En el Árbol de la vida ubica al Misterio. Es en él donde podremos encontrarlo y tal vez develarlo.
Es entonces que nos habla de esperanza, porque esta se centra desde el amor, llave del Misterio.

                        hay luz en la ciénaga aparente
de la vida
y hay luz con la energía del amor.

La luz significa la iluminación, la develación de Maya.
Porque la luz es una entidad de primera especie, vivificante, comunicante.[v]
Es la luz la que comunica, informa, vincula, aporta la vida.
Nos dice que busquemos esta luz en nuestro interior:

                        Sí, está en mí y en todo,
                        en cada célula
                        el diseño de la Creación.
                        También está Dios.

En “Meditación” nos anuncia la posibilidad de pacificar nuestra alma contemplando lo creado:

                        y el hombre
                        se sienta en un peñasco
                        aspira ese lenguaje tan amado
                        exhala en silencio, lentamente
                        se le olvida su historia
                        y se une al sortilegio del llamado
                        más allá del albedrío y del destino.

                        Somos parte, se dice,
                        del plan de Dios en este mundo.
                        Y la paz trasciende sus instantes.

Eso es precisamente lo que nos deja este libro: un sabor a paz posible.
Resulta de estos poemas un canto a la vida con una guía para encontrar el camino.
Cecilia Glanzmann, con la sutileza de su estilo y la firmeza de su convicción, nos muestra la única senda posible.
Es un canto fundadamente optimista a la confianza y a la esperanza.

                                               Miguel Marlaire
                                               San Miguel
                                               22 de noviembre de 2010

  
[i] Ver “El Hombre y su doble origen”, Karlfried Graf Dürckheim, Cuatro vientos Editorial, 1982
[ii] Es en este sentido en que nos dice: “…y bostezan los pájaros sin alas” refiriéndose a aquellos que no comprenden el doble origen humano.
[iii] Axis Mundi: ver Mircea Eliade, Historia de las creencias y de las ideas religiosas; volumen I; pág. 58; Ediciones Cristiandad. Madrid 1978
[iv] Maya: el hinduismo plantea este concepto. La vida no es una realidad concreta, es un espejismo, una ilusión. Todo es ilusorio. Es también un velo que nos impide ver la realidad, que no es esta que creemos percibir. Dejar la Maya significa salir de la rueda del Samsara, la de las reencarnaciones, para retornar al origen divino del Purusa.
[v] La fenomenología del Universo reconoce sólo dos vertientes, a saber: de Primera Especie la que corresponde a fenómenos que tienen que ver con la comunicación en forma amplia, que resultan en esencia vivificantes, aquellos en los que se incorpora al tiempo como pulsación; y de Segunda Especie a los fenómenos que corresponden a la transacción, a la estructura, al espacio en su connotación estable y protectiva.


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Cecilia