martes, 15 de septiembre de 2015

OSVALDO ROSSI

 Aprendiz de pájaro - Cecilia Glanzmann
Editorial Vinciguerra S.R.L., Buenos Aires 2010

            Desde la portada del libro, la autora nos invita a conocer su universo simbólico. Una vez que abordamos la lectura, los poemas que integran Aprendiz de pájaro no hacen sino confirmar la riqueza de ese universo. De los muchos ejemplos que pueden citarse, elegiré dos que a mi juicio resultan emblemáticos: el árbol, que  es protagonista de varios pasajes (y también está presente en la ilustración de la tapa)  y el pájaro que forma parte del título.
            Uno y otro aparecen en el poema Instante, pleno de imágenes y connotaciones. En la primera estrofa dice Cecilia Glanzmann:
“En el árbol de las horas/ suspiran/ y bostezan/ los pájaros sin alas.”
El árbol es un símbolo citado con frecuencia tanto en la tradición occidental como en la oriental;  la idea de la elevación es casi inseparable de su imagen. La verticalidad remite al estado intermedio entre el cielo y la tierra, vinculando la vida subterránea con el afán de las ramas por acercarse al mundo celeste. En el sentido más amplio, el árbol representa “la vida del cosmos, su densidad, crecimiento, proliferación, generación y regeneración.”[1] En la tradición judeocristiana, hay ya una temprana referencia al árbol de la vida y al del conocimiento en el libro del Génesis (Gn. 2,9) y particularmente en la iconografía medieval cristiana, la cruz aparece representada muchas veces como árbol de la vida. Al mismo tiempo, en la tradición oriental hay frecuentes referencias al símbolo del árbol en los Upanishads, y resulta particularmente relevante para este caso destacar que el mismo Buda alcanzó la iluminación a los pies de un árbol.
            En cuanto al pájaro, su elección para el título de este libro tampoco parece casual. Ya para los egipcios “todo ser alado es un símbolo de espiritualización” y en uno de los textos de los Upanishads se hace referencia al “pájaro Atmá, puro conocimiento, libre e incondicionado” [2].  Hay reiteradas alusiones en los libros antiguos al pájaro como portador del mensaje, significación que me parece destacable en el caso particular de esta obra de Cecilia Glanzmann (“El amor es el Verbo/ El poeta, un mensajero” dice C.G. en la portadilla).
            Ambos símbolos citados anteriormente se unen en el verso de la página 32,
donde la autora dice: “En el Árbol, soy aprendiz de pájaro.”
            En cuanto a la palabra Aprendiz, que también integra el título, el Diccionario de la Real Academia Española nos dice que es la “persona que aprende algún arte u oficio.” Como la poeta, todos somos aprendices en la vida. Y éste me parece uno de los rasgos esenciales del libro, su carácter ecuménico; Cecilia Glanzmann habla de sí misma, y habla también de todos nosotros.
            Aprendiz de pájaro está surcado por las reflexiones que caracterizan a un espíritu religioso, iluminadas por un lenguaje poético que embellece la natural opacidad con que esas reflexiones se nos manifiestan inicialmente.
            No estamos sólo en presencia de un libro de poemas. Estamos, también, frente a meditaciones que son el resultado de experiencias de vida. Las imágenes convocadas son a la vez expresión del mundo íntimo de la autora e intentos de contacto con el lector, a la manera de los textos de la tradición mística de Oriente.
            Esta obra expande el universo de lectores para integrar no sólo a los que habitualmente disfrutan de la poesía, sino también a quienes buscan palabras de contención, de armonía, de paz.
            Quiero detenerme un momento en el poema Meditación. En él, la autora hace referencia a un momento epifánico, al instante en que las percepciones y reflexiones abren las puertas al conocimiento. Recordé al leerlo que, en su versión original, este libro incluía un subtítulo: “Meditaciones”. Ese subtitulo, de ninguna manera aconsejable en un libro de poesía, me pareció acertado en este caso. Porque, como dije, éste no es solamente un libro de poesía.
            Hay autores cuyo lenguaje poético se advierte adelantado a sus experiencias de vida. Autores, por el contrario, en los que es posible conjeturar que su lenguaje poético aún no alcanzó la riqueza de sus experiencias. Fue T.S. Eliot quien primero advirtió ese defasaje entre el desarrollo técnico y el desarrollo espiritual. Lo que insinuó fue que “debería existir una correspondencia entre la maduración de una sensibilidad y sus métodos de expresión en diferentes etapas”.[3]
            Después de leer sus últimos libros, y en particular Aprendiz de pájaro, es sin duda posible afirmar que Cecilia Glanzmann ha logrado esa singular correspondencia.
      Osvaldo Rossi - Noviembre 2010



[1] Cirlot, Juan Eduardo – Diccionario de Símbolos – Ediciones Siruela S.A., Barcelona 1998.
[2] Cirlot, Juan Eduardo – Op. Cit.
[3] Heaney, Seamus – Al buen entendedor – Fondo de Cultura Económica, México, 2006

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Cecilia