Aprendiz de pájaro - Cecilia Glanzmann
Editorial Vinciguerra S.R.L., Buenos Aires 2010
Desde la portada del libro, la autora nos invita a
conocer su universo simbólico. Una vez que abordamos la lectura, los poemas que
integran Aprendiz de pájaro no hacen
sino confirmar la riqueza de ese universo. De los muchos ejemplos que pueden
citarse, elegiré dos que a mi juicio resultan emblemáticos: el árbol, que es protagonista de varios pasajes (y también
está presente en la ilustración de la tapa)
y el pájaro que forma parte
del título.
Uno y otro aparecen en el poema Instante, pleno de imágenes y connotaciones. En la primera estrofa
dice Cecilia Glanzmann:
“En el árbol de las horas/ suspiran/ y
bostezan/ los pájaros sin alas.”
El árbol es un
símbolo citado con frecuencia tanto en la tradición occidental como en la
oriental; la idea de la elevación es
casi inseparable de su imagen. La verticalidad remite al estado intermedio
entre el cielo y la tierra, vinculando la vida subterránea con el afán de las
ramas por acercarse al mundo celeste. En el sentido más amplio, el árbol
representa “la vida del cosmos, su densidad, crecimiento, proliferación,
generación y regeneración.”[1] En
la tradición judeocristiana, hay ya una temprana referencia al árbol de la vida
y al del conocimiento en el libro del Génesis
(Gn. 2,9) y particularmente en la iconografía medieval cristiana, la cruz
aparece representada muchas veces como árbol de la vida. Al mismo tiempo, en la
tradición oriental hay frecuentes referencias al símbolo del árbol en los Upanishads, y resulta particularmente
relevante para este caso destacar que el mismo Buda alcanzó la iluminación a
los pies de un árbol.
En cuanto al pájaro, su elección para el título de este
libro tampoco parece casual. Ya para los egipcios “todo ser alado es un símbolo
de espiritualización” y en uno de los textos de los Upanishads se hace referencia al “pájaro Atmá, puro conocimiento,
libre e incondicionado” [2]. Hay reiteradas alusiones en los libros
antiguos al pájaro como portador del mensaje, significación que me parece
destacable en el caso particular de esta obra de Cecilia Glanzmann (“El amor es el Verbo/ El poeta, un mensajero”
dice C.G. en la portadilla).
Ambos símbolos citados anteriormente se unen en el verso
de la página 32,
donde la autora dice: “En el Árbol, soy aprendiz de pájaro.”
En cuanto a la palabra Aprendiz, que también integra el título, el Diccionario de la Real Academia
Española nos dice que es la “persona que aprende
algún arte u oficio.” Como la poeta, todos somos aprendices en la vida. Y éste
me parece uno de los rasgos esenciales del libro, su carácter ecuménico;
Cecilia Glanzmann habla de sí misma, y habla también de todos nosotros.
Aprendiz de pájaro está surcado por las
reflexiones que caracterizan a un espíritu religioso, iluminadas por un
lenguaje poético que embellece la natural opacidad con que esas reflexiones se
nos manifiestan inicialmente.
No estamos
sólo en presencia de un libro de poemas. Estamos, también, frente a
meditaciones que son el resultado de experiencias de vida. Las imágenes
convocadas son a la vez expresión del mundo íntimo de la autora e intentos de
contacto con el lector, a la manera de los textos de la tradición mística de
Oriente.
Esta obra
expande el universo de lectores para integrar no sólo a los que habitualmente
disfrutan de la poesía, sino también a quienes buscan palabras de contención,
de armonía, de paz.
Quiero
detenerme un momento en el poema Meditación.
En él, la autora hace referencia a un momento epifánico, al instante en que las
percepciones y reflexiones abren las puertas al conocimiento. Recordé al leerlo
que, en su versión original, este libro incluía un subtítulo: “Meditaciones”.
Ese subtitulo, de ninguna manera aconsejable en un libro de poesía, me pareció
acertado en este caso. Porque, como dije, éste no es solamente un libro de
poesía.
Hay autores
cuyo lenguaje poético se advierte adelantado a sus experiencias de vida.
Autores, por el contrario, en los que es posible conjeturar que su lenguaje
poético aún no alcanzó la riqueza de sus experiencias. Fue T.S. Eliot quien
primero advirtió ese defasaje entre el desarrollo técnico y el desarrollo
espiritual. Lo que insinuó fue que “debería existir una correspondencia entre
la maduración de una sensibilidad y sus métodos de expresión en diferentes
etapas”.[3]
Después de
leer sus últimos libros, y en particular Aprendiz
de pájaro, es sin duda posible afirmar que Cecilia Glanzmann ha logrado esa
singular correspondencia.
Osvaldo Rossi - Noviembre 2010
[1] Cirlot, Juan
Eduardo – Diccionario de Símbolos –
Ediciones Siruela S.A., Barcelona 1998.
[2] Cirlot, Juan
Eduardo – Op. Cit.
[3] Heaney, Seamus – Al buen entendedor – Fondo de Cultura
Económica, México, 2006
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Cecilia