martes, 17 de noviembre de 2015

JOSEFINA LEYVA

FANTASÍA,   PINCELES  Y TERNURA  EN
 UN TOBOGÁN CON BUFANDA

Cecilia Glanzmann, poeta,  ensayista, cuentista y profesora universitaria argentina, nos obsequia un nuevo libro realzado por la belleza en las pequeñas tramas de sus historietas tanto como por varias categorías complementarias de la belleza, entre las que predominan la gracia y la finura. Es así en lo que se refiere a la estética de este pequeño libro.  En cuanto a la ética, la autora desgrana su apego al bien, a la comunicación, a la fe en la vida, al amor,   a la compasión, a la generosidad.  Así, es un acto de generosidad  que la bufanda roja se ofrezca para abrigar al tobogán que debería dar calor a los niños pobres o ricos, estremecidos todos por el invierno.  Ética es también  la armonía entre los seres humanos y de ellos con la naturaleza.  En esa armonía se incluyen el paisaje, los animales, los seres vivos y las cosas, que hablan, discurren, contribuyen a dar soluciones y se integran a un mundo que bordea el futuro. Y ese futuro ellos van a ayudar a construirlo, para lo que deben resolver problemas incluso relativos a la tecnología, fuente de preocupaciones, defraudaciones y copiosos intentos de aprendizaje para muchos adultos de nuestro tiempo como problema generacional. 

       Todo este conjunto está hilvanado por la fantasía de la autora, con la que contagia a sus criaturas ficcionales, inundadas también por ella de ternura.

       El alma de Cecilia Glanzmann se proyecta entera en este volumen que ideó para los niños: un alma luminosa hasta el misticismo, investida por la pureza y regida por el amor como elementos de su espiritualidad.  Un mundo al que la duda nunca ha separado de Dios y en el que tiene un lugar importante la esperanza, aliada con el optimismo.

       En el aspecto estilístico  la afinidad de las pequeñas tramas y de los adornos literarios se plasma en lo opuesto de la cosificación, es decir, en la humanización de los objetos inanimados, llevados a personificaciones de alto vuelo poético, como: “¿Te imaginás el cielo vestido de colores y formas de barriletes…?   (en el cuento llamado “Barrilete”); o  “Les prometo que entusiasmaré a quienes tengan ese relojito travieso en el corazón” (“Barrilete” también); o en el cuento  “Historia de la lluvia en una tarde de primavera”, donde leemos estas dos personificaciones: “La señora lluvia observa con su mejor sonrisa hacia donde sabe que está el sol”, y “Cuando el tobogán siente el calorcito de la bufanda roja, le habla”.   (“Un tobogán con bufanda”).

       El derroche de expresiones estilísticas abarca varias dimensiones, entre las que hallamos  la visual, donde aparecen comparaciones así: “Con los ojos como tierra recién mojada por la lluvia y una sonrisa…”;  y donde brotan además imágenes visuales que pueden o no incluir comparaciones, como:“Las nubes están bastante bajas y parecen un techo gris azulado”(“Historia de la lluvia en una tarde de primavera”).

       Las metáforas también pueden tener  carácter visual, y de ese mismo cuento que acabo de mencionar, tomo una: “Conozco a una abuela que teje historias…” y esa metáfora continúa con otra comparación: “como bufadas de colores”. Los colores, siempre alegres y vibrantes, parecen juguetes, y como parte del dinamismo que bautiza estos cuentos, aparecen más de una vez.  De “El huevo azul” tomamos esta imagen poética: “Fernando se pasó por los párpados con pestañas mojadas la manga de la camisa escocesa amarilla, verde y bordó que le había hecho mamá el otro verano”.

       En el libro de Glanzmann  hay también presencia de elementos hápticos, como en la  plaza mencionada en “Barrilete”: “Ya estamos caminando por la plaza. Está llena de flores y de árboles muy verdes, le tensaré el hilo de sus tiros para que huela la primavera,  que está ya cerca…”

       El elemento auditivo no podía faltar, y aparece  en el ejemplo que traemos de “Historia de la Lluvia…”, dentro de una enumeración de las varias que sorprenden en este libro: “Parecen recién pintados los durazneros y los manzanos y las lechugas, los pimientos y las calabazas…” De este conjunto tomamos un toque visual fundido a una personificación y enlazado a otro auditivo: “La señora lluvia que vino de visita sorpresa hoy,  con su ting tang, toc, toc”.
       En estos cuentos predomina  el diálogo sobre la narración. La autora también compuso monólogos, a veces expresados por cosas, a quienes fantasiosamente atribuye la facultad de hablar. El tono es alegre y ligero  y la trama, dinámica.

       La brevedad es otra característica de estas historietas, incluso en las descripciones, a veces matizadas con toques que dirige  a varios sentidos entre los que predomina la vista. Así, de “El carro de bueyes de Cholila” tomamos este párrafo: “A veces me parece que Cholila es un pedacito de cielo en este valle que quiero tanto. No es un pueblo todo ordenado con calles y construcciones juntas o cercanas. Como las estrellas, aquí y allá, en Cholila uno ve las casas, el almacén, el correo, la escuela, la estación de servicio de ACA, la intendencia, la Policía. Y más escondidas, las otras casas en medio del campo o de los cerros”. Aparecen las costumbres, especialmente en lo que se come y se bebe, como las galletas y el mate.

       Otro mérito de “Un tobogán con bufanda” es el logro de los dibujos, trazados y coloreados con inmensa delicadeza. Los rostros, aunque caricaturizados, tienen gran variedad de expresiones. Tal parece que las siluetas de los personajes se mueven,  hablan, cantan y expresan su alegría.

       Las  cincuenta y nueve  páginas escritas por Cecilia Glanzmann, se complementan con trece realzadas por dibujos,  más la portada y la contraportada, todas  de María Valeria Glanzmann, una artista que expresó con sus pinceles lo mismo que la autora en el texto: Unos y otros poseen el mismo tono de suave belleza. 

        La edición fue realizada por Lidia Vinciguerra, una de las más brillantes profesionales de la Argentina en este sector. A Lidia la complementan su veta poética, su capacidad ensayística y en suma, su creatividad y su responsabilidad como artista. 

        Estas tres damas argentinas  lograron cuanto se propusieron en Un tobogán con bufanda. Y como un gran regalo nos dejaron en el mundo de estas páginas que sus personajes han poblado con sus sueños, la gratísima impresión  de que la alegría, el amor  y la felicidad son posibles, y esta certidumbre  la complementan con  la  lealtad al bien y a la verdad, y con la esperanza de la libertad, supremo don en la vida del hombre. 

Josefina Leyva. 




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Cecilia